En una ciudad densamente poblada como el Distrito Federal, donde cada habitante tiene entre tres y cuatro metros cuadrados para su esparcimiento, el espacio público eficaz es necesario. Sin embargo, el poco espacio que existe para la cantidad de personas que se mueven en la ciudad no significa que todos los espacios públicos son aprovechados y usados por los ciudadanos. Muchas razones, como la inseguridad, por ejemplo, un factor muy presente en el modo de vida de los defeños, bloquean el buen uso del espacio. No obstante, abordar las posibilidades de la ciudad desde distintas perspectivas es importante para tomar las mejores decisiones y detectar cuáles son los elementos que complican la formación de espacios públicos urbanos que funcionan. Así, William H. Whyte realizó hace más de cuarenta años un video de investigación que analiza distintos espacios públicos de Nueva York bajo su propia definición del espacio urbano exitoso.
Whyte era un “voyeur” profesional. En 1970, el reconocido urbanista estadounidense formó un pequeño grupo llamado “The Street Life” para observar el comportamiento de los peatones en los espacios públicos urbanos. Realizaban “guardias” en una selección de plazas y parques de Nueva York recopilando información concreta sobre los movimientos de cada espacio: sol, sombra, gente sentada, interacción entre personas, etc. Whyte medía la calidad del espacio urbano a través de la vida social que podía atraer y generar. Para Whyte, un buen espacio público urbano es un espacio que los ciudadanos pueden adoptar y en el cual se pueden moverse, vivir. Es decir, el tiempo que toman los ciudadanos y el papel que juegan en el espacio urbano público es lo que le define si es bueno o no: quedar con amigos, sentarse a platicar, comer, ver a la gente pasar, hacer tiempo, etc. El resultado de esta investigación y su proceso está relatado en su libro The Social Life of Small Urban Spaces que complementó con un video grabado con las cámaras instaladas en distintos puntos de acecho de las zonas analizadas por Whyte y “The Street Life”. La integración del video y de la fotografía en la investigación urbanística era una première en esa época y el uso de estas herramientas permitió justificar de manera más directa su definición de un espacio urbano que “funciona”.
Este estudio fue realizado hace ahora más de cuarenta años y estaría interesante pensar si todavía se puede evaluar un espacio público urbano actual de la misma manera en la que lo hizo Whyte en 1970. Los ciudadanos no tienen la misma relación entre ellos, muchas veces la pantalla del celular se interpone. De la misma manera, la relación tiempo-espacio-persona se aceleró. Sin embargo, una plaza con una fuerte actividad social sigue siendo vista como exitosa en su papel de espacio público. Más bien las actividades realizadas en esta plaza serían las que diferirían o las que se deberían de abordar desde otro ángulo por los urbanistas. Más personas salen a correr o a practicar deporte al aire libre ahora en la Ciudad de México, por ejemplo. De la misma manera, muchos ciudadanos están más sensibles al problema de contaminación de la ciudad y todos los problemas que desencadena y se mueven más en bicicleta e intentan usar menos su coche, entre otros ejemplos. El diseño es un elemento importante en la planeación de un espacio público porque además de ser un imán para los ciudadanos también les permite realizar las actividades deseadas y necesarias a su cotidiano urbano. Un espacio público urbano ideal cuenta con un diseño que atraiga y logre servir la vida ciudadana. Muchas veces se califica un espacio público de bueno porque cumple con los criterios estéticos de la mayoría aunque no cumpla con su función esencial de ser utilizada por los peatones. ¿Hoy en día crear un buen espacio público representa más retos que en los setentas? ¿Los espacios públicos deben adaptar su diseño a las épocas, necesidades y deseos de los ciudadanos? ¿Existe algún espacio público atemporal? ¿Siguen siendo los ciudadanos los creadores del buen espacio público?